Fuera del marco

Es un privilegio vivir en el centro. Lo sé más que nadie y supongo que a unos cuantos de vosotros que me estaréis leyendo os gustaría estar en mi lugar. Tiendas, cafés y restaurantes a pie de calle, los museos y el parque del Retiro al costado. Uno, muy rápidamente se olvida de los kilométricos atascos de la calle Atocha o de los del paseo del Prado huyendo por las estrechas calles que conducen al otro lado del barrio de las letras, allí donde los coches quedan apartados de la vista aparcados bajo tierra. Sevilla, la plaza Santa Ana,... Bajando la calle del Prado no obstante, tras cruzar una primera trinchera donde la gente tiro un mueble de escaparate abandonado, derivaron de paso a un arbolito cuyo tronco protegido para aguantar las largas semanas de obras y el roce de los buldóceres no sobrevivió a una noche de borrachera, nos tapamos con un agujero aun mas importante y profundo al llegar a la plaza de las Cortes. Detrás de un impresionante bosque de rejas rotas, maquinas pesadas y barreras amarillas, distinguimos el Congreso de los Diputados cuyos ángeles de la guardia han sido enjaulados. (No me refiero a los guardias civiles sino a los leones!) Allí las obras faraónicas de remodelación de la plaza tardan en acabarse y la visión de caos reforzada por las constantes lluvia de los últimos días confiere al sitio un aire de paisaje haitiano, las victimas menos. (El único perjudicado aquí siendo el peatón que se ve obligado a cruzar un rio de barro para alcanzar el otro lado de la calle. Por el color de sus zapatos sabremos por donde habrá pasado o no!)

Pero hoy, no nos interesan ni las suelas sucias de aquellos peatones, ni las obras de una plaza anteaño bonita y que dentro de poco recuperara su verdadera cara. No nos interesa tampoco el Congreso donde supongo los diputados seguirán trabajando con normalidad. Hoy nos interesa Arco! En la recién reformada acera del tramo inicial de la cuesta de los Jerónimos recubierta de un hermoso y me imagino carísimo granito extremeño, un pelotón de Nissan Cube (vehículo hibridó intermedio entre el utilitario y el SUV) está a la espera de recibir en sus blanditos asientos los pomposos traseros de la elite del arte albergada estos días en el Westin Palace. Es un servicio de taxis “exclusivo” a bordo de los cuales ni usted ni yo nos podríamos subir! Para ir hacia al parque ferial de Madrid y a Arco no nos quedara de otra que tomar el metro y gastarnos nuestro eurorito, yéndonos en dirección del aeropuerto por la línea 8 y bajándonos en Campo de las naciones. Luego, tras un pequeño recogido llegaremos a pie y algo mojado a la entrada de la prestigiosa feria. Pues bien, ahora viene lo más doloroso para quien habrá escogido venirse a Arco envés de ir a Art Madrid. Un poco más lejos y mucho más cara, la mayor feria de arte del año no obliga a desembolsar más que las cuantas monedas sueltas que cada suele tener en el fondo de su bolsillo y de las que nos deshiciéramos contentos. Para poder entrar en la Meca del arte contemporáneo nos piden nada menos que 32 eurazos! 

El arte, “privilegio de ricos”? Vale lo entiendo, solo quien tiene dinero podrá comprar luego. Pero para ver? Igual! No nos quieren enseñar nada gratis! Hay que pagar antes de ver! (Y si luego no nos gusta lo que vemos no nos servirá de consuelo quejarnos!) Así que creo que definitivamente los pobres nos somos bienvenidos a Arco! Más bien se nos considera “personas non gratas”. Entonces si no nos desean, no vamos a ser tan estúpidos para seguirlos el juego gastándonos el presupuesto de nuestro fin de semana en una bendita entrada. Y en caso de que vayamos acompañados peor, se duplica el coste! En ese estrecho mundillo que presume de un reconocimiento mundial, prescinden del simple madrileño amateur de arte cuya única pretensión no iba más lejos que satisfacer su curiosidad contemplando obras de arte en una fría y lluviosa tarde de domingo. La verdad es que no entiendo un pensamiento tan egoísta! De los cuatro días que dura la feria, los dos primeros están reservados a “profesionales del sector” y los dos restantes para el “publico general”. Eso dicen pero si luego solo admiten a quien puede pagar más de treinta pavos para entrar, me temo que se trate de los mismos. A ver si me explico, dudo muchísimo que clientes de galerías que vienen a comprar obras de miles de euros paguen su derecho de admisión a la feria acaso con su Visa Premier? A aquel “publico” se lo regala invitaciones? Y a nosotros qué? Ni una m…! Entonces mi pregunta es la siguiente: Quien paga realmente para entrar a Arco? Si los ricos están invitados y a los demás nuestra condición económica no nos permite tirar 32 euros aunque nos guste el arte! Solo quedan los “pringados”, los “interesantes” que a toda costa quieren pertenecer a esa “burguesía soberbia”. Pero cuanto son? Alcanzara para cubrir los gastos de la manifestación? Claro que no, por eso existen las subvenciones!