"Loco"
Me gusta ese paralelo que escuche hace poco en un programa de Radio Circulo entre loco y viajero. (Aunque para definir el primero usaron el lunfardismo “piantao”.) Al loco se le va la cabeza, mientras el otro, solo se va. “Solo, se va”… O se va solo como ocurre en la mayoría de los casos! Pero por qué se va y a donde? Para huir de los demás claro y porque ya no aguanta la presión social de su entorno. En semejante caso, para no venirse abajo del todo ni acabar como el otro (él que se quedo y que ahora esta jodido), loco de verdad, es preferible irse.
En mi caso, soy un conjunto de ambos tipos. No soy un gran viajero y solo puedo presumir de una locura pasajera que por ser mejor que si fuera totalmente “normal” tampoco es suficiente para estar tranquilo. Siempre me ha faltado algo, un empujoncito para ir más lejos… A la china o saltar por la ventana! Pero mi locura solo me abre grietas, huecos en la pared a los que me sumo para extraerme a la realidad de cuando en cuando pero que no puedo atravesar por la estrechez de su tamaño!
Allí afuera, sopla un viento tremendo, caen truenos y se levantan tormentas. Hasta hay avalanchas en las cumbres. Pero este diluvio que se lleva a los enfermos mentales por poco sano que parezca es sin embargo muy saludable para el alma! Luego… Bajo de nuevo a la austera ”normalidad”, la cabeza mojada y con un aire contento que se podría notar en mi figura si alguien me estuviera mirando.
Para los viajes, lo mismo. Para no ser víctima de un ataque de ansiedad, comerme el coco a cacharrazos, ni sombrar en la ordinaria rutina de una vida aburrida, caer en depresión o peor por la ventana ahora abierta… A veces me viene bien un cambio de aire.
Me podría atar un par de botellas de oxigeno a la espalda y sin salir de casa, mirando la enorme pantalla plana del salón reproduciendo imágenes en 3D de los fondos marinos llegar a convencerme que me he sumergido a un mundo distinto, fantástico! Pero todavía no estoy colocado del todo y prefiero cargar mi mochila para marcharme.
Por lo tanto, no viviría apartado del resto de la gente ni tampoco en un lugar aislado. Los seres humanos forman parte de mi locura, de este sueño que llamamos vida. Y aunque a veces sean (en algunos casos concretos) la pesadilla de la mía… Los necesito! Sin ellos no tendría que irme nunca pero tampoco serviría volver. Estaría eternamente atrapado en un estado medio consiente entre normalidad y locura sin saber de qué lado del muro he caído!
Sin referencia ninguna, ni ejemplos para comparar nuestras desgracias a las de los demás como saber si somos “anormalmente locos” o “locamente normales”? Por ejemplo, podría de repente escribir en francés porqué manejo mejor la lengua de Diderot que la de Cervantes y también para fastidiaros un poco. Pero prefiero seguir en castellano sabiendo que me sale peor! (Allí tenéis una clara prueba de mi enfermedad!)
Seguro que mañana o pasado se me pasara y que de nuevo dócil volveré a redactar mi vida en mi idioma materna. (Que dómino sin haber tenido que aprenderlo!)
También podríamos decir que el viaje del loco es, interior. No necesita salir del país o de la ciudad para cambiar su alrededor. Cambia él, y se mueven las cosas! Pero para los que no tenemos esa facultad de cambiar solo por desearlo lo que nos rodea, no nos queda de otra que hacer las maletas.
Imaginemos ahora que un loco por chiflado que sea decida algún día escaparse. Que pondría en su equipaje? Probablemente nada! O, cosas inapropiadas. En efecto, que lleve lo necesario a su supervivencia o lo útil para pasar una agradable estancia en un lugar elegido para él y según sus propios criterios relevaría del más puro azar dando por sentado que por su condición de loco, tiene un razonamiento equivocado.
Al contrario, si un ser “normal” se queda demasiado tiempo en un medio hostil, negándose a viajar “físicamente” y rechazando lo evidente, que no está bien, se le ira la cabeza de a poquitos y acabara tan loco como el otro.
Y si aquello no sucede? Si se queda parado tal cual esperando un milagro? Entrara en una lucha interna que provocara por no haber iniciado tampoco a tiempo su viaje interior, conflictos con los demás a quienes echara la culpa de todo. Se volverá en contra de su familia, de sus amigos, de sus colegas de trabajo y de cualquier grupo social al que este atado moralmente.
Y un día, fastidiado e infeliz, acabara con su vida. Se defenestrara tal vez! Resolviendo en la muerte, los problemas de convivencia de una existencia demasiado dura para él.