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Le blog littéraire de Cedric Josse
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  • Ce blog mélange récits, expériences personnelles, analyses et critiques de la société le tout ponctué de commentaires sur l’actualité nationale/internationale. Este blog mezcla relatos, experiencias personales, análisis y critica de la sociedad.
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1 novembre 2010

Amores imposibles

 

Corazon_rayaEres estrechita para quien la tiene gorda, le decía su novio mientras a la fuerza intentaba hacer que entre su vigoroso miembro en el frágil cuerpo de la chica a quien amaba. Ya lo habían intentado en varias ocasiones y siempre pasaba lo mismo. El cuerpo de la joven rechazaba aquel apéndice gigantesco, cuyo tamaño era desproporcionado para él. Tras unos cuantos infructuosos intentos, el chico vencido se vino abajo, rindiéndose y mirando como el fruto de sus intensos esfuerzos se derrumbaba sobre las bonitas nubes pintadas de las nuevas sabanas que precisamente hoy, se supone que iban a estrenar por todo lo alto. Tal y como un riachuelo encuentra su camino a través de la selva, el flujo de semen se corría sobre el algodón dejando tras su paso unas minúsculas lagunas antes de acabar formando un pantano lechoso a solo unos pocos centímetros de donde finalizaba la ropa de cama. Aquel estanque contenía todas las penas del mundo y en breve estaría tan seco como la garganta del chaval privado del regalo supremo de su noviazgo.

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Habían hablado un buen rato por el chat y tras ello, lo que normalmente les hubiera impedido la distancia en tiempos ajenos, la tecnología del tercer milenio se los proporcionaba. Era como estar con ella, hasta podía recordar el perfume de su piel todavía preso de sus recuerdos. El cuerpo de la chica se deslizaba entre las sabanas. Su tono miel se confundía con el de la seda a pesar de la buena resolución de la cámara. Pero aquello en vez de molestarle, le parecía gracioso. Hasta daba algo de misterio al asunto. Esa chica con la que llevaba ya un par de años casado, aparecía por la ventanilla del ordenador distinta. Sería como hacerle el amor a una desconocida, con todo el morbo que ello supone. Pero como allí se trataba de su novia, llevaba una ventaja de peso. Conocía todos y cada rinconcito del cuerpo de su amada, cada centímetro de su fina piel le era tan familiar que ni siquiera necesitaba mirarlo para acertar con la máxima precisión. Seguro que reaccionaria de inmediato… Y así fue. La chica no se demoro mucho en llegar al orgasmo, escuchado el suave tono de voz de su marido quien a través de los altavoces, despacito, le indicaba como usar sus manitas de la mejor forma. Mientras él, al otro lado del mundo, se tuvo que conformar con el consuelo del placer proporcionado. Las puertas del paraíso quedando cerradas para él desde el interior.

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Follar, follar, follar! Si tenía sus técnicas para conocer a chicas nuevas, a la hora de la verdad, siempre por A o B, el material (tanto el suyo propio como él añadido) le fallaba o el arma disparaba antes de tiempo! Allí también se necesitaría algo de manejo para hacer que los dos y no tan solo él como un alpinista quien en solitario gana la cumbre, lleguen al orgasmo. Esta noche bebería lo justo para poner se en forma, un par de cervezas, tal vez un trago pero nada más. A las nueve en punto se encontraron en un bar de Huertas. A esa hora el grueso de turistas y borrachos que llenan habitualmente el barrio aun no había salido de sus escondites. Iban a pedir dos cañas pero la chica se retracto y le pidió al mozo una caipiriña. Entonces él, vanidoso macho, para no quedar en resto, cambio la suya por un rico pero cargado mojito! Luego vinieron otros tragos, tomados en distintos sitios de la zona. (Lo que nunca faltaron en Huertas son los sitios donde reventarse la cabeza!) Al amanecer iban los dos tan pedo que les costó un montón subir la cuesta y los cinco pisos que conducían a la buhardilla del chico. Sin previos ningunos, se desnudaron y se metieron por debajo de una helada colcha. Al toque se durmieron, cada uno por su lado (como las viejas parejas) pero al día siguiente y como Dios manda hicieron el amor entregándose plenamente el uno al otro. Parece que la suerte del chico por fin había cambiado!

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Al otro lado de la reja vivía ella. Eran vecinos y compartían la terraza del antiguo trastero convertido en dos viviendas pequeñísimas cuya reja por fuera delimitaba los metros cuadros atribuidos a cada una. Unos veinticinco en total. Los quince de la buhardilla más diez comodísimos metros de terraza que dominaban el vecindario y que en verano se convertían en un cuarto más del piso. Los dos se habían mudado al mismo tiempo así que desde los primeros momentos, además de intercambiar algunos consejos de decoración, muy rápidamente también se agarraron una confianza mutua en varios hábitos. Eran como dos amigos, dos hermanos y hasta para quien no los conociera podrían pasar como pareja. Con los primeros días de calor, salían a menudo a tomar sol en sus respectivas tumbonas compradas en Ikea por internet. Las había comprado él desde su portátil para que los dos pudieran elegir pero usando el router y la contraseña de ella! Los días se sucedían… Iban, él con su bañador de surfeó comprado el año anterior en Tarifa y ella con un bikini marrón chocolate bordado de beige claro casi hueso adquirido recientemente en una tienda de Preciados. Pero debido al intenso calor y por el hecho de que los únicos ojos que les podían ver ya no eran precisamente los de un total desconocido, de un común acuerdo, un sábado por la tarde donde el sol ardía como nunca, se quitaron sus prendas playeras, ridículas en una azotea del centro.

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Vivian cada uno a un lado del patio interior de un antiguo edificio del barrio de las letras, y  (fuera de su afición por la literatura) solo compartían las cuerdas resecas de un viejo tendero que corría de un lado a otro del pozo de cemento cuyas paredes húmedas y desgastadas se elevaban hacia el cielo, proporcionando un poco de luz a los pisos interiores de abajo. Fuera de la convivencia domestica y sin darse cuenta les empezaron a unir otros hilos que los de plástico tendidos al vacio. Allí ponían su ropa a secar por turno o aprovechaban el espacio dejado por aquel vecino ya no tan anónimo. Ella sabía cual marca de calzoncillos usaba y él conocía su gusto por la ropa interior frívola. Pero con todo respecto guardaban el secreto. De vez en cuando intercambiaban unas palabras al abrir sus ventanas al mismo momento, pero nada más. Luego cada uno pensaría en el otro... Lo vestiría y lo desvestiría con todas las prendas que se lo conocía. Pero si en ese juego de memoria ambos hacían prueba de una libertina y amplia imaginación, nunca se los había pasado por la cabeza que su compañero de cuerda hacia lo mismo!

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A las nueve de la mañana, ella, detrás del mostrador faenaba como loca. El venia a por un buen desayuno y como no, tenía todo el tiempo del mundo! Pedía su latte de siempre y de regalo solía venir un muffin u algún dulce de la firma yanqui. Pequeño gesto de la chica quien además siempre le ofrecía un bonita sonrisa. Era latina, tostadita y tenía unos ojos maliciosos de un negro tan oscuro que se mezclaban iris y pupila. Menuda sin llegar a ser flacucha, sus delicados brazos mandaban unas manitas huesudas que, con una rapidez y extrema precisión, preparaban toda clase de bebidas frías y calientes. Mientras ella se agitaba, el, estoico, de una voz posaba, le preguntaba detallitos de su vida. Que tal el trabajo? Le dejaba momentos libres? A lo mejor algún días podrían ir comer juntos o salir a cenar? (Claro, no le iba a proponer desayunar!) Luego se alejaba con su bandeja. Se sentaba cuando era posible, cerca de la barra y de vez en cuando le echaba una mirada a la camarera. Ella un poco tímida al principio, ya no se cohibía y entre dos clientes al igual lo miraba. Pasaban minutos y ratos más largos. Entraban más clientes camuflados en prendas invernales anónimas quienes con sus hombros le tapaban la vista. Pero no le importaba. Sabía que la chica seguía, a su puesto y ello lo hacía feliz. Ya no la veía escondida detrás del muro compacto de cuerpos oscuros. Una barrera inmensa que sus sentimientos aun no se atrevian a saltar.

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Hay un término en francés que define perfectamente al hombre que solo busca placer en encuentros breves y promiscuados. O sea, relaciones sexuales a secas pero bajo ningún concepto “relaciones humanas”. Aquí, a aquel Casanova se le suela nombrar “mujeriego”, lo que suena y resulta mucho más bonito que la horrorosa palabra francesa que sin más parafernalia se refiere al rabo del macho. Entonces existirían dos clases de hombres? Esos primeros, cuyo propósito es cepillarse al número más alto de chicas en el plazo más corto. Y luego (esperando que sea la mayoría), un segundo grupo de individuos más bien dedicados a la conquista del alma y del corazón de sus amantes. Para esos últimos, prima la seducción. Privilegian una larga conversación aunque no les conduzca a nada a un polvo salvaje rápido sin intercambio verbal previo. Buscan siempre en su repertorio interior, las más bellas palabras para mandárselas vía algún mensajero, al fruto de sus esperanzas. Tienen, gestos y miles de detalles para llegar al amor. Luego y tras consumirlo, puede que todo se desvanezca, que sus sentimientos se vayan al tacho sin remedio. Se desplomaran y acabaran hecho polvo pero tendrán el gran consuelo de quien actuó como gentleman, no como un verdugo violador quien remata la faena en un placer egoísta! Pero por desgracias, ciertos días a Cupido le da igual y trata de la mejor forma a Don Juan y a Casanova!

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Las ocho de la mañana. Como todos los días salía a rodar en el parque vecino. Ella en sentido contrario también iba corriendo. Se cruzaron una primera vez y solo se vieron. Luego y tras una vuelta completa, al cruzarse de nuevo se miraron. Y al tercer paso, ya intercambiaron unas sonrisas de felicidad. Por sentir el final del entrenamiento cerca, y adivinar como la pasión al igual que su propio interior consumía él cuerpo del otro. Se les ardiera el pecho, no de dolor sino de alegría. Al día siguiente, se saludaron y a la última vuelta se despidieron con unas amables palabras. Pasaron los días, sus piernas almacenaron decenas de kilómetros pero no dieron ni un solo paso hacia el otro aunque los dos lo deseaban. Las únicas huellas que dejaba su atracción eran las de sus zapatillas sobre la tierra. Miles de marcas por todos los lados del parque! Miles de pasos que borrarían luego el viento y la caída de las hojas. Miles de pasos que se mezclarían con otros tantos de nuevos corredores y caminantes. Miles de pasos que al final, no iban a ningún lado. Miles de pasos para intentar despacito, acercarse al otro y alejarse enseguida con prisa tras un breve roce. Tras haber oído su respiración u olido el sudor que emanaba de su piel y empapaba sus prendas. Durante unos instantes estaba juntos mientras el resto del tiempo como dos cometas iban solo por el universo.

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Solo será una copa… Y fueron varias! Solo somos amigos… Y claro, tras unos cuantos tragos, la borrosa frontera entre amistad y amor ya no les aparecía tan claramente! Mientras en la barra, sus respectivas parejas, atrapados en su propia conversación no se enteraban de nada! Cinco largos años habían transcurrido. El, medio convencido para dar sentido a su vida y tal vez no afrontar solo la vejez, se había casado con una chica agradable que le proporcionaba el cariño buscado. Ella después de varios intentos, por fin, creía haber encontrado en su novio de ahora a la persona que algún día (quien sabe) también la llevaría al altar! Pero la cortina de humo que les rodeaba desde hacía meses, en unos instantes se desvaneció. Fue como si no hubiera pasado ni un solo día, ni un solo minuto desde su último encuentro. Eran tales y como se acordaban. Y, ni siquiera era necesario recurrir a la memoria. Ninguno de los dos había cambiado y tampoco sus sentimientos hacia él otro. Solo la distancia física les había impedido volver a encontrase. Pero esta noche, los kilómetros ya no eran más que centímetros que de un solo paso se podían recortar! Estarían dispuestos a darlo? Al otro lado de la pista parece que otra pareja ya lo tenía más claro… Una mano acariciando un antebrazo. Un susurro al oído.

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Cela faisait dix fois qu’il écrivait la même chose. Qu’il décrivait des situations étrangères à la sienne sans qu’il n’y ait rien pourtant de bien étrange à cela. Après tout, qu’en était-il de sa vie sentimentale ? Son couple battait de l’aille et l’apparent bonheur qui les premiers temps avait plané sur son toit, venait de plongé en piqué pour incendier la maison ! Plutôt que de jouer les pompiers volontaires, il avait préféré allé remuer les cendres chez les autres où là non plus le bonheur ne semblait pas briller ! Personne, aucun foyer qui ne soit vraiment heureux ! Ses maîtresses lui racontaient sur l’oreiller le désamour dont elles faisaient l’objet. Ses amis, le désarroi dans lequel ils se trouvaient plongés après une rupture difficile. Et pour les célibataires endurcis, pourquoi ils le restaient. Le plus simple était encore ces étreintes furtives. Des coups d’un soir et puis bonsoir ! Sans lendemains qui chantent, ni revers de fortune. Chacun donnait le minimum de soit, se préservait au maximum et repartait au matin suivant comme il était venu. Une fois la porte refermée, tout s’effaçait ! Comme si l’acte qui venait d’être consommé n’avait jamais eu lieu. Les victimes de cet adultère prémédité se réveillaient un peu groggys, extirpées violemment de leurs rêveries. La seule différence entre songe et réalité étant que quand le physique prenait le pas sur l’âme, cette dernière docile ne trouvait rien à y redire.

 

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