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Le blog littéraire de Cedric Josse
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  • Ce blog mélange récits, expériences personnelles, analyses et critiques de la société le tout ponctué de commentaires sur l’actualité nationale/internationale. Este blog mezcla relatos, experiencias personales, análisis y critica de la sociedad.
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2 mars 2020

Diez años atras.

foto Starbucks

Hace diez años hubiera podido escribir lo mismo desde casi el mismo sitio solo que unos cuantos metros más arriba en la calle Génova. Otra pequeña diferencia, no debida en este caso a la modernización de las infraestructuras de la más que mundialmente conocida cadena de cafeterías cuyo rostro verde y blanco sonríe a los adictos al café en cada esquina de las grandes urbes y donde como buen enganchado al mocca acudo cada vez que estoy en Madrid, sino a mi propia actualización de datos. Ahora uso un formato de archivos distinto al de antes y sobre todo escribo directamente en castellano. Pero si ya escribía en el idioma de mi país de acogida años atrás, qué ha cambiado? Qué en el presente lo hago de forma automática, sin pensármelo. En aquellos tiempos, decidía escribir en castellano, lo que no es lo mismo.

En esta ciudad he sufrido más todavía que el famoso oso que trona, estático (salvo cuando lo mueven de sitio) en la Puerta del Sol, privado de sus frutas silvestres preferidas. La gran crisis de la que todo el mundo hablaba y otra mía más interna me hicieron huir a kilómetros del entonces enfermo suelo madrileño. Lejos de una capital “desolada” empecé de nuevo rumbo a la costa sin saber lo que me esperaba. El mediterráneo soleado me abrió unos tímidos brazos. Allí, la gente iba a ser distinta. Más cerrada y algo desconfiada hacia alguien como yo, proviniendo de la “gran ciudad”. Acaso Valencia era un pueblo? Pues si, en muchos de sus aspectos! Primero por la falta de estilo de sus habitantes (parece que “el glamour” nunca llego a la ciudad del Turia) y luego por cómo interactúan o mejor dicho no lo hacen. Pero lo más destacable fue desde el principio la actitud negativa de quienes me rodeaban.

Si “el español” de por si es ya en cierta medida “acomplejado” cuando se mira al espejo porque se mide y se compara al resto de los europeos olvidándose de sus ventajas sobre dichos primos del norte, imagínense a un valenciano cuya única pretensión en la vida es aparentar ser un citadino en todas reglas. Cuando me ve a mí, un “parisino de pura cepa” (siempre lo he revindicado) decidido y arrogante mientras ellos se lo piensan todo mil veces, tanto que en ocasiones no se llega a dar lo esperado. (Si no eres capaz de decidir, otros lo harán por ti no lo olvides!) Para quienes están acostumbrados a levantar la voz pero agachan la cabeza inseguros de sí mismo cuando les contestas, yo seguro hasta el extremo de lo que digo y hago, sin amaras de ningún tipo sean geográficas, políticas, religiosas o familiares, aunque me entiendan nunca me comprenderán del todo.

La provincia siempre será el purgatorio de los dandis y vividores de todo calibre que lejos de sus comodidades, del ruido y del movimiento de las megápolis con su decadencia y la suciedad de sus almas se aburren en tierra extraña y caen en una especie de depresión, en un abandono privados del aire viciado qué les nutre. Encerrados en un entorno restringido, liso y cuyos contornos palpables a simple vista espantan. Seres complicados inaptos al falso ritmo de una población definitivamente más burda que nunca salió de sus cuatro paredes. Herméticas ambas partes a lo distinto, el desprecio es de repente mutuo. Siempre me trataran como a un “bicho raro” o aquello percibiré por no ser hijo del poblado, de la aldea, comarca o de determinada zona o comunidad autónoma mientras incrédulo contemplaré con desdén a los paletos. No importa el tiempo que viva con ellos. Se trata de la supremacía del individuo frente a las masas uniformes. En mi caso, nunca quise ser parte de “un todo”, me va mejor jugar en solitario cuando ellos solo se sienten a gusto en compañía de sus semejantes.

Ahora que voy y vengo consigo por fin disfrutar de Madrid. De nuestros fugaces reencuentros, como cuando uno se junta tras un tiempo con un viejo amigo o una antigua amante a la que ya no ama pero que todavía quiere. Se le puede tener cierto cariño a un sitio sobre todo sabiendo que en breve te iras. Mi forma de vivir no es la de la gran mayoría y a pesar de que huyo de las rutinas he de constar que no he cambiado mucho mi forma de ser en los últimos veinte años. (Al fin y al cado, todos somos “animales de costumbres” como suele decir una conocida mía.) No busco la seguridad ni un supuesto bienestar basado en lo material. De allí mis tropiezos al darles riendas sueltas a mis carencias e incertidumbres. Si me he cansado sin embargo de estar casi siempre en el limbo, jugando al equilibrista a punto de caerse pero que por milagro o algún hilo invisible que lo sujeta se mantiene de pie, debo asumir que me cuesta avanzar en la vida. El tiempo irremediablemente pasa, pero no me importa. Me muevo a mi propia velocidad, según mi propio calendario (como los falleros). Se desvanecieron algunas ilusiones mías y con ellas las de otra gente porque no puedes aspirar a lo mismo en el dos mil veinte que en a finales del siglo veinte.

Medio perezosos, medio avergonzados seguimos empujando aunque quejándonos la piedrecita que solo vemos con gafas hacia la siguiente casilla de una rayuela que borro la lluvia o nuestras lagrimas. Esperando que no será la última! Paso a paso, yendo recto, girando, dando tumbos, saltos, cayendo, pasamos nuestra existencia con la difícil tarea de intentar vivir, dejando atrás una juventud que duro unos instantes. (Mientras el cuerpo aguante, nuestra mente dócil cumplirá su función y si acabamos locos por algo será.) Nunca tampoco faltan los compañeros de viaje que vamos conociendo a lo largo del recorrido, recogemos en el borde del camino, heridos en medio de una carretera cualquiera, borrachos en la cuneta de un callejón oscuro o ebrios en un bar de mala muerte. Sucios, despreciados, desamparados, pero aun vivos. Para huir de la soledad o más bien domarla intentan dejan atrás un destino precario para unirse al tuyo igual de incierto solo que no lo saben. (Cuando quiere huir de su propio pellejo no importan los métodos.) Pues tengo una mala noticia amigos míos… Nuestra próxima parada (común a todos) será la muerte! Bromas aparte si todavía tenemos la suerte de tener digamos una edad razonable, la miramos con una sonrisa irónica en la boca. Todavía falta para que llegue el último día de nuestra vida. Así que con una pizca de alegría seguimos nuestra ruta hacia la nada.

foto Starbucks

 

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