Aguas

Hay miles de maneras de ser felices…  Puede que estés en ese mismo momento en una playa (o mejor todavía, en una de esas calas de difícil acceso) oyendo el ronroneo de las maquinas de granizado (o el sonido que proviene de los cascos de tu mp3) mientras a tu lado, los demás se tendrán que conformar con el ruido de la carretera y el zumbido de tu música, inaudible para aquellos “herméticos” al bienestar. A lo lejos, las olas golpean contra las rocas y ese choque frontal de dos fuerzas te mece en tu indolente somnolencia. Tus vecinos demasiado despiertos para  enterarse de algo, vigilan como rapaces a su progenitura y cuidan de los bocadillos, tratando de mantener hormigas, escarabajos y cualquier bicho playero atraído por el inesperado festín alejados del almuerzo de sus mocosos “gorditos pero muertos de hambre” quienes gesticulan y dan vueltas alrededor de su prometida pitanza como moscas! A falta de playa, queda la piscina… La municipal con el gentío sudando cerca de tu toalla, o la tuya propia! (La de un club náutico chic y exclusivo también vale.) Sentado en el césped o el culo ardiendo sobre una dala de hormigón en el primer caso, las nalgas bien alojadas en una cómoda butaca inflable en el segundo. Con una limonada (o un trago) en la mano, pateas el agua despacito para darte impulso y recurrir la superficie plana y tranparente. (Sin algas, arena en el fondo ni gente meando.) Desde la radio o saliendo de la platina de un DJ, pasan a través los altavoces del salón o unos subwoofers enormes colocados de par en par de la barra del sitio (haciendo templan sus membranas y tus oídos) los últimos éxitos estivales… Tops calientes de Don Omar y de Daddy Yankee entre otros. Te acuerdas entonces del perreo de la noche anterior y de esa chica linda con la que “casi” te enrollaste mirando venir hacia ti a la guapa camarera en bikini con la que tampoco dudarías mucho en comportarte como un perro si nos estuvieras casado! Dentro de un rato tendrás que ir a recoger a tu familia… A la mujer que algún dia amaste (al menos lo creías) y a la pareja de monstruitos, testigos de aquel amor lejano. (Los sentimientos van y vienen hasta que de repente, sin razón aparente se esfumen para siempre). Los cuatros metidos en el coche, rumbo a la gran ciudad, soñaras entonces con otro tipo de vida. Pensaras que la cagaste al casarte! Que preferirías de lejos ser libre! Pero los solteros a los que envidias, desde sus potentes deportivos te miran al pasar tu asmático y sobrecargado coche familiar pensando que eres un boludo con suerte! Así que… Sube el volumen, mueve la cadera y… “Dale! Dale, Don, dale!”