Sonreíd, es viernes!

Bueno amigos, es viernes otra vez! Digo “bueno” para decir algo y “amigos” porque mis “enemigos” sencillamente no me leen. Quería aportar esa precisión ante todo para darle un toque positivo desde el comienzo a mi nota de hoy. No ha de olvidar que de eso se trata. Ser “optimistas” al menos los viernes, mirando “el lado bueno de las cosas”. (Suena a titulo de peli, y de hecho lo es.) No sé como habrán empleado su semana, pero les puedo contar como llene la mía. Cumpliendo con “lo que me tocaba hacer”. O sean “actos” insignificantes fuera de un contexto general. “Inútiles”, en el sentido de que no ayuden a “la persona” a crecer como tal y tampoco desarrollan la creatividad del ser, pero en un ámbito más práctico resultan obvios. Siendo pragmático y olvidándome de mis rollos seudo intelectuales, hasta podría reconocer que no fue tiempo totalmente perdido. Me mude de casa la anterior semana. (Por eso no hubo entrada?) Desde entonces vivo o sobrevivo en medio del caos. En pleno centro de Madrid, no consigo que me conecten a las redes de suministros básicos. Los trámites requieren su tiempo y mientras tanto me las tengo que apañar como puedo. Por “suerte”, no es la primera vez que me pasa esto. (Ya en Barcelona y en otros sitios donde me quede una o más temporadas tuve que esperar varios días antes de poder usar y disfrutar plenamente de mi nueva vivienda.) Soy un nómada, un “culo inquieto” como dice mi amiga Paloma. Tienes razón Palo, si no me muevo me muero! Es curioso como a veces cambios en nuestra vida afectan (o alteran) también a la de los demás. Cuando no es que coincidan directamente con giros en sus propias existencias. Vuelven rostros, nombres y con ellos el pasado a mi mente. “Mi etapa barcelonesa”. Si cuatro años y medio se pueden calificar de “etapa”? (Ya es una franja gruesa en la vida de un hombre.) En Madrid llevo más o menos el mismo número de años y según Bea, aquellos son ya “todos los años del mundo”. El tiempo es relativo y tengo que admitir que para mi pasa lentamente. (Sin por desgracia llegar a detenerse del todo.) Se puede adelantar o prever lo que pasara dentro de un rato, un instante, meses hasta incluso años. (De allí los deseos y los proyectos que armamos en nuestra cabeza.) Podemos también recordar con cierta precisión acontecimientos lejanos y soñar con cosas que hicimos. Actos no necesariamente memorables pero que por alguna razón se quedaron grabados en nuestro cerebro. Pero no se puede, (que yo sepa hasta la fecha nunca nadie lo ha conseguido) aislar el presente. Sacar con una pinza de filatelista una parte de lo que está ocurriendo ahora mismo. “Aislar el momento”. Bastaría con un trozo chiquitito de lo que nos rodea que miraríamos bajo una lupa, despacito, antes de devolverlo a la marcha del tiempo. Para que siga su recorrido, transformándose a su vez en (post) recuerdo. Al no poder “atrapar” ni guardar para nuestro único disfrute ni un solo pedazo de esa realidad que se mueve alrededor nuestro y nos envuelve, somos consientes de la miseria en la que evaluemos. No controlamos nada en absoluto, ni siquiera nuestro propio destino!